1991, “hasta la vista, eighties” (Heavy metal)

Los momentos lo son todo en esta clase de ejercicios retrospectivos. Muchas veces el publicar un disco en el momento apropiado marca la diferencia entre una banda de culto y una señalada a liderar el camino. Claro que el metal suele ser un caso que excede esas reglas por ser una subcultura y un modo de vida tan amplío que no depende tanto de los vaivenes de la música popular, pero siempre existe algún momento donde la regla le aplica: cuando se encuentra en una situación donde puede trascender el género.

Septiembre de 1991 presentó una de esas situaciones en el Monsters Of Rock que se celebró en Moscú, cuando el final de la Unión Soviética estaba casi que decretado. Metallica y Pantera se acompañaban de AC/DC y The Black Crowes para dar algunas de las presentaciones más reconocidas de sus carreras. Comparado con el exceso de drogas y alcohol que caracterizó el Moscow Peace And Music Festival dos años atrás donde las peleas profesionales de puertas para adentro indicaban que algo se pudría en el glam metal, esa presentación consagró a Metallica masivamente como una de las bandas más potentes en vivo del circuito, ratificó a Pantera en su rol de ser la banda de metal definitiva de los 90 y reafirmaba toda una idea del heavy metal en su conjunto como una tribu urbana, un nicho de mercado y por qué no, un modo de vida alrededor de lo heavy o rápido que se pudiera ser con una guitarra, un bajo, una batería o una garganta privilegiada.

Fue el año de Metallica con mucha distancia, pero también fue un año notable para el thrash gracias al hecho de que entre otros Megadeth y Slayer estaban de gira con sus discos publicados el año anterior. La convocatoria de estos grupos se incrementó por una especie de “efecto espejo”, que se hizo aún más evidente al compartir muchas veces escenario con los propios Metallica y Pantera, pero también con figuras de más rodaje como Judas Priest, Ozzy Osbourne o Motorhead. Esa retroalimentación continúa hizo que la idea de un heavy metal renovado y más diverso que nunca adquiriera una forma definitiva.

Porque el hecho es que para el heavy metal, 1991 fue la oportunidad de imponer eso en la memoria colectiva: una estética completamente renovada, alejada del glamour y que en cierto modo rescataba los valores básicos de la NWOBHM de inicios de los 80 a la par que expandía sus posibilidades en distintos subgéneros. El metal gótico echaba raíces, el death y el black seguían en su apogeo, el doom inauguraba una nueva etapa en su historia, el power metal pasaba por una transición a falta de que Helloween superara sus crisis internas y tanto Gamma Ray como Blind Guardian se consolidaran, mientras el funk metal seguía disfrutando de un éxito tan retorcido como las propuestas de sus exponentes.

Con menciones especiales a Infectious Grooves, Carcass, Bathory, Entombed, Gamma Ray y Iced Earth, estos fueron los trabajos que definieron un 1991 donde paralelamente a lo hecho por el alternativo, tomaron por asalto los listados de los más vendidos y despegaron definitivamente el concepto de heavy metal de la laca y los tacones altos del glam metal.

Paradise Lost – Gothic (19 de marzo)

El segundo álbum de Paradise Lost tuvo impacto de forma inmediata en el mundo del metal en dos aspectos. Contribuyó a definir el “death doom” que mezclaba el doble bombo y el ritmo martilleante del death con el tono lento y turbio del doom tal y como venían haciendo también por esos días My Dying Bride y Anathema, pero a la vez incorporó un sentido melódico refinado con teclados, orquestaciones y voces femeninas que a grandes rasgos dictó las reglas del metal gótico, hasta el punto de prácticamente marcar el “año cero” de su desarrollo. El amplio repertorio en las guitarras de Gregor McIntosh y Aaron Aedy (continuamente oscilando entre lo eléctrico y lo acústico) junto a los guturales de Nick Holmes con fines más melódicos de lo usual y los aportes de su vocalista acompañante Sarah Marrion redondearon un disco que abría toda una nueva ramificación para un género que no se cansa de crear nuevas etiquetas para lo que hace.

Sepultura – Arise (20 de marzo)

Aunque Beneath The Remains los había convertido en un nombre reconocible en el mundo del metal y los terminó de consagrar en su propio país cuando se presentaron ante 100.000 parroquianos en Rock In Rio, la verdadera internacionalización de Sepultura comenzó con su cuarta placa. Arise todavía tenía algunos rastros del death metal que hacían en sus inicios (para la muestra, “Murder”), pero en esencia es un álbum más cercano al thrash (por ende, más melódico) y uno que dejaba ver un creciente interés por el industrial al interior del grupo tanto por algunos de los ritmos que interpretó Igor Cavalera en la batería, como por el uso de samples y efectos vocales que se pueden escuchar en el intro de “Dead Embryonic Cells” o en “Under Siege (Regnum Irae)”, mismos que todavía no eran tan comunes en el metal de la época. Hasta incorporaron percusión latina a su repertorio en “Altered State”, elemento que van a profundizar más en los años posteriores. Con la canción titular, “Dead Embryonic Cells” y su versión de “Orgasmatron” de Motorhead como caballitos de batalla, los brasileños se sumaron a la lista de ilustres nombres responsables de mover masas y melenas durante ese año, así como a la lista de bandas censuradas de MTV por la controversia religiosa generada con el video de “Arise”.

Primus – Sailing The Seas Of Cheese (14 de mayo)

Siguiendo el éxito de Frizzle Fry, Primus publicó su tercer LP Sailing The Seas Of Cheese, ofreciendo en sus trece canciones unas composiciones más desatadas, más complejas y con cierta dosis de psicodelia aportada en buena medida por la guitarra de Larry LaLonde, ratificando el buen hacer del funk metal por esos días. “Eleven” por ejemplo toma su nombre del hecho de que se grabó en un compás de 11/8, “Tommy The Cat” tiene uno de las interpretaciones más complejas de Les Claypool en el bajo e incluye porciones de spoken word a cargo de Tom Waits, mientras que “Jerry Was A Racecar Driver” parece una versión más jazzera de lo que será poco tiempo después Rage Against The Machine. Semejante demostración de ingenio les permitió girar con Rush, U2, Public Enemy y Anthrax a lo largo de ese año y el siguiente.

Type O Negative – Slow, Deep and Hard (3 de junio)

La aparición del debut de Type O Negative confirmaba al otro lado del Atlántico lo que ya había mostrado Paradise Lost en lo que se refiere al surgimiento del metal gótico tomando el doom como referencia, pero la banda liderada por el bajista y cantante Peter Steele usaba el thrash en vez del death metal como el otro elemento a fusionar. Eso los llevaba a marcar un ritmo más frenético y familiar para su público, por momentos cercano al de Danzig. Si bien es cierto que su verdadera consagración llegaría a mediados de la década con un sonido más definido, su aparición en la escena y el dejar temas temas como “Xero Tolerance”, “Der Untermensch” o “The Misinterpretation Of Silence And Its Disastrous Consequences” (varios de los cuales se regrabarían y renombrarían al año siguiente para su segundo LP) ratificó el hecho de que durante esos doce meses el metal gótico había cobrado vida, así como el hecho de que una nueva y muy interesante banda se unía al vecindario.

Cannibal Corpse – Butchered At Birth (1 de julio)

Independiente de si uno es conocedor o no del metal, el nombre Cannibal Corpse no sólo mete miedo en quien escucha su nombre, sino que deja poco lugar a interpretaciones o dudas sobre la música que hacen, y eso en buena parte se debe a este LP. El año anterior ya habían ofrecido muestras de su potencial con su debut Eaten Back To Life, pero fue con Butchered At Birth cuando le dieron forma definitiva a toda su propuesta musical. Desde la tétrica portada que marcó el estándar de toda su producción posterior hasta los guturales ultraviolentos de Chris Barnes, pasando por el omnipresente doble pedal que aportaba la batería de Paul Mazurkiewicz o las guitarras siempre cambiantes de Jack Owen y Bob Rusay; los neoyorkinos consiguieron abandonar definitivamente sus raíces thrash para adentrarse sin miramientos en las dinámicas impredecibles y agresivas del death hasta rivalizar con lo que ofrecían bandas como Death o Deicide por los mismos días.

Metallica – Metallica (The Black Album) (12 de agosto)

A 30 años de su aparición tampoco es que haga falta añadir mucho más, pues ríos de tinta han corrido hablando sobre cómo el quinto LP de Metallica los llevó al estrellato internacional y terminó de garantizar la supervivencia del heavy metal en un plano aceptable del mainstream. Las distintas búsquedas musicales que llevaron a cabo en sus 4 LPs anteriores se vieron potenciadas por la producción de Bob Rock no sólo en el sentido de ser un trabajo más accesible y cohesivo que los anteriores, sino en el de capturar con absoluta claridad la potencia que era capaz de desplegar Metallica. Lo heavy y esa búsqueda constante del riff que impulse sus canciones guardaba en el Black Album una relación más estrecha con la melodía y el ritmo que en cualquier otro disco, siendo “Enter Sandman” el ejemplo más obvio pero no el único. Por otra parte, en “Nothing Else Matters” o “The Unforgiven” se sirven de la experiencia de Rock para pulir como nunca antes las baladas y dotarlas de inmortalidad. Desde el día de lanzamiento pasaron a ser una marca que la industria reconocía más que cualquier otra en el mundo del metal. Para bien o para mal.

Mr. Bungle – Mr. Bungle (13 de agosto)

Parece atrevido decirlo, pero si hay que hablar de un momento donde el heavy metal comenzó a volverse vanguardista ese sin duda es cuando apareció el primer álbum de Mr. Bungle. Tras unirse a Faith No More y obtener el éxito internacional con The Real Thing y su memorable “Epic”, el cantante Mike Patton volvió a girar sus ojos hacia la que era realmente “su” banda y grabó junto a sus compañeros Trey Spruance, Trevor Dunn y Danny Heifetz uno de los álbumes más desquiciados que se hayan registrado en el heavy metal.

Producido por otra mente desquiciada como es la de John Zorn, es un debut absolutamente impredecible, con trazos de funk, jazz, ska y música circense recurrentes, repleto de humor negro, surrealismo y referencias sexuales sumamente retorcidas interpretadas con una especie de agresiva finura. Por momentos suena como si Talking Heads grabara el Remain In Light y sampleara pedazos de las canciones de Ozzy Osbourne. Tuvo un éxito comercial respetable a pesar de no llegar a los niveles alcanzados con Faith No More, lo que es un hecho remarcable si tomamos en cuenta que rara vez un tema baja de los seis minutos y algunos como “Egg” y “Dead Goon” superan los diez minutos. Como dato curioso, en la edición original aparecía un tema llamado «Travolta», pero debido a que el actor amenazó con demandarlos, le cambiaron el nombre y hoy se le conoce como «Quote Unquote».

Ozzy Osbourne – No More Tears (17 de septiembre)

Una década atrás la carrera solista de Ozzy Osbourne inició porque debía redimirse de su expulsión de Black Sabbath producto de sus adicciones, y ciertamente se hizo un nombre a pesar de seguir siendo un borracho y un drogadicto. Comenzando los noventa, Ozzy debía redimirse ahora como un hombre plenamente rehabilitado tras casi estrangular a su esposa Sharon luego de presentarse completamente borracho en el Moscow Music Peace Festival de 1989. Con el guitarrista Zakk Wylde consolidado ya como su mano derecha y Lemmy de Motorhead haciendo de co-escritor en cuatro temas, No More Tears refleja esa redención del príncipe de las tinieblas aun cuando conserve en buena medida los patrones que le dieron éxito en los ochenta. “Mama I’m Coming Home” es la power balada de rigor, acompañada de números puramente enérgicos como “Mr. Tinkertrain” y “Desire”, junto a éxitos más coreables como »Hellraiser” o “’I Don’t Want To Change The World”. La clave estuvo en buena medida en las guitarras de Wylde, que se endurecieron un poco más frente a lo mostrado en No Rest For The Wicked. 

Tomando en cuenta que la gira promocional respectiva representó el primer retiro de Ozzy de los escenarios por el agotamiento de una década girando y grabando sin parar, realmente es de enmarcar que de ese periodo surgiera uno de sus trabajos más aclamados como solista.

Death – Human (22 de octubre)

Con nueva formación acompañando a Chuck Schuldiner debido a una serie de diferencias con los miembros que contribuyeron a la grabación de Spiritual Healing, Death profundiza con Human en el tono más técnico y virtuoso que venían trabajando, ofreciendo un trabajo en cierto modo más accesible y hasta con tintes progresivos que sus antecesores (para la muestra, el instrumental “Cosmic Sea”) pero donde la fuerza no se negociaba en ningún momento. Si acaso, se veía reforzada en “Suicidal Machine” o la recordada “Lack Of Comprehension” (acompañada por el que fue el primer video promocional grabado por la banda) precisamente por utilizar melodías más cohesionadas y ponerlas al servicio del desafío técnico y desquiciado que implica coordinar velocidad, dureza y violencia como suele ser la costumbre en el death. Las intenciones de Schuldiner pasaban por ofrecer un punto de encuentro entre ambos lados, y ciertamente dejó en el proceso un trabajo tan celebrado por los fans como suele ser la costumbre cuando se trata de Death.

Cathedral – Forest of Equilibrium (6 de diciembre)

El doom metal llevaba ya varios años de existencia, pero adquirió su definición completa cuando Cathedral encontró la forma de cruzar la versión más lenta de Black Sabbath con la agresiva voz de Lee Dorrian. Al producirse esa amalgama, Inglaterra ratificó su lugar como hogar espiritual del doom así como en su momento Estados Unidos se apropió del death o Escandinavia del black, inaugurando toda una nueva oleada de bandas que aprovecharon ese ritmo lento y turbio de canciones como “A Funeral Request” o “Soul Sacrifice” para probar distintas formas de hacer que el “menos es más” estuviese al servicio de la pesadez. Por supuesto, mucho tuvo que ver el trabajo de su guitarrista Gaz Jennings, el responsable de que Cathedral fuese una máquina de movimientos lentos pero implacables.

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